Lampedusa, además de ser una bomba de relojería humanitaria después del ingente pico de llegadas de esta semana, con grandes grupos de migrantes desatendidos que aún se hacinan en las calles, en el puerto y en el centro de acogida, y con protestas ciudadanas en las plazas, se ha convertido también en una especie de polvorín político. El centro de la política italiana, e incluso de la europea, está estos días en la pequeña isla de 6.000 habitantes, una masa de tierra rocosa rodeada de aguas turquesa, que está más cerca de África que de Italia, y que es un reflejo de todos los retos migratorios que Giorgia Meloni tiene por delante.
La primera ministra se enfrenta, además, a una presión cada vez mayor de sus socios de la coalición de derechas mientras el número de inmigrantes que intenta llegar a Europa a través de Lampedusa continúa creciendo. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha acogido la invitación de Meloni y viajará a la isla este domingo con la primera ministra italiana.
Las promesas de frenar los desembarcos que Meloni repetía cuando estaba en la oposición y en la campaña electoral y los innumerables anuncios de su Gobierno para tratar de convencer de que se habían logrado avances y se estaba disuadiendo la llegada de inmigrantes han quedado sepultados por la realidad. En lo que va de año han llegado a Italia más de 127.000 migrantes, casi el doble que en todo el año anterior (66.000 llegadas).
Los acontecimientos de esta semana, con más de 11.000 migrantes desembarcados en Lampedusa en apenas cuatro días, han puesto de manifiesto las limitaciones del modelo de gestión migratoria que propone Meloni, que ha está quedando atrapada en un dilema similar al de los anteriores Ejecutivos. Su socio, el líder de la ultraderechista Liga, Matteo Salvini lleva tiempo presionando y pidiéndole que adopte un planteamiento más duro.
El viernes por la noche, la primera ministra reaccionó a las presiones y publicó un mensaje de vídeo en el que elevaba el tono y prometía mano dura para gestionar el fenómeno. Entre otras cosas, ha asegurado que potenciará los Centros de Identificación y Expulsión de migrantes existentes y encargará al Ejército construir otros nuevos. Meloni ha desempolvado también una de sus clásicas promesas electorales y ha propuesto una misión naval “incluso militar”, si es necesario, para frenar las llegadas a la fuerza. Aunque numerosos expertos advierten de que esta idea es sumamente problemática e irrealizable en la práctica.
En el país se ha interpretado como un intento desesperado por librarse del fantasma del fracaso de uno de los puntos centrales de su programa. Y también como una maniobra para zafarse de las garras de sus socios de la Liga y enemigos políticos al mismo tiempo, que llevan semanas atacando frontalmente la inmigración y sugiriendo que su partido podría hacerlo mejor.
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Las palabras de un ministro de la Liga precipitaron la aparición de Meloni, que hasta el momento prácticamente había guardado silencio y se había limitado a reclamar la intervención de Europa. Roberto Calderoli, ministro de Asuntos Regionales, clamó el viernes: “Cuando Matteo Salvini era ministro del Interior, todo esto no pasaba, así que a buen entendedor pocas palabras bastan”.
Asediada por sus aliados
La líder de Hermanos de Italia había prometido un bloqueo naval, se estrenó en el Gobierno con una medida contra las ONG, luego persiguió la quimera de un acuerdo con el Gobierno de Túnez, gobernado por un autócrata, para frenar las salidas. Y ahora se encuentra con un repunte ingente de desembarcos y asediada por sus aliados, que le reprochan un enfoque demasiado blando. En su entorno deslizan que uno de sus mayores miedos es que del fracaso en la lucha contra la inmigración no trate de beneficiarse la oposición sino precisamente su aliado en el Gobierno.
En la Liga, expertos en convertir la lucha contra la inmigración en rédito electoral y con las elecciones europeas del próximo junio en el horizonte ya han comenzado a agitar el tablero político nacional. Salvini lleva un tiempo lanzando píldoras contra su aliada, que alterna con elogios, aunque es menos directo que sus compañeros de partido, pero en la crisis de Lampedusa ha visto la ocasión perfecta para dejar en entredicho la gestión migratoria de la primera ministra. “No excluyo ninguna intervención, ni siquiera el uso de la marina militar. Hay que ir más allá de la vía diplomática”, ha dicho Salvini, lo que ha despertado los recelos del ministro de Defensa, Guido Crosetto, cofundador de Hermanos de Italia y uno de los miembros del Gobierno más cercanos a Meloni.
Aunque el líder de la Liga defiende la labor del Gobierno, insiste en la necesidad de cambiar de método. Su segundo en el partido, Andrea Crippa, ha ido más allá y ha criticado directamente la gestión de Meloni: “La línea de la primera ministra no ha funcionado”, ha dicho.
La líder de la oposición, Elly Schlein, líder del Partido Democrático, ha criticado la competición entre las dos ultraderechas italianas a cuenta de la inmigración. “En una carrera para ver quién es más mezquino entre Meloni y Salvini, están compitiendo por votos sobre la piel de los más frágiles”, ha asegurado.
También en Francia la oposición de extrema derecha, próxima o aliada de Meloni, intenta sacar rédito de la crisis y exige firmeza al presidente, Emmanuel Macron. Macron habló este sábado por teléfono con la jefa del Gobierno italiano para trasladarle su solidaridad. El francés fue uno de los líderes más críticos con Meloni tras la llegada de esta al poder en 2022, informa Marc Bassets.
El palacio del Elíseo informó de que, en la conversación de este sábado, Macron y Meloni acordaron “tratar este desafío con humanidad y reforzar la cooperación a escala europea”. Ambos, según el comunicado, “evocaron la acción conjunta que podría desarrollarse en el Mediterráneo central”, así como “la prevención de salidas [de migrantes] en los países de origen y de tránsito”. El ministro francés del Interior, Gérald Darmanin, prevé reunirse viajar a Italia en los próximos días para reunirse con su homólogo.
En la Isla, la tensión está en escalada estos días. El sábado, el vicealcalde de Lampedusa y Linosa, Attilio Lucia, de la Liga —el alcalde se encuentra estos días en Nueva York—, junto a algunas asociaciones ciudadanas convocó una protesta contra la gestión de Roma. Centenares de ciudadanos se congregaron en el puerto, donde un amplio grupo de migrantes esperaba a que llegara el barco que los trasladaría a centros de Acogida de Calabria. “¡Se acabó, basta!” coreaban los manifestantes. “Lampedusa es nuestra, no del Gobierno, ni de la Unión Europea”, repetían. El anuncio de Meloni sobre los nuevos Centros de Identificación y Expulsión de migrantes no ha sido bien acogido en Lampedusa.
Solidarios con los migrantes
La protesta estalló cuando se difundió entre los isleños la noticia de que se iba a instalar un campamento de tiendas de campaña en una antigua base militar para identificar y retener a los migrantes. “Sería como crear una cárcel a cielo abierto. No queremos que Lampedusa se convierta en Alcatraz”, protesta el vicealcalde en conversación con este diario. Los ciudadanos de la isla aseguran que siempre han sido solidarios con los que llegan a través del mar y señalan que, en esta ocasión, les han llevado comida y agua y les han abierto las puertas de sus casas. Pero denuncian que Lampedusa no tiene recursos para gestionar un número tan alto de llegadas.
“Desde hace 30 años sufrimos este fenómeno, hemos enseñado al mundo entero como se acoge a los migrantes, pero hoy decimos basta, no porque no queramos acoger o porque seamos racistas, sino porque no estamos en condiciones de recibir a tanta gente, no tenemos sanidad, no tenemos estructuras adecuadas”, lamenta Lucia. Y agrega: “Lampedusa es pequeña y vive del turismo, de la pesca y de la agricultura, no podemos soportar más este peso, las instituciones nos han abandonado, los parlamentarios vienen aquí solo a lucirse y se van, no necesitamos eso, necesitamos certezas”.
El vicealcalde asegura que llevan meses pidiendo a Roma que envíe dos embarcaciones a las costas de la isla para que puedan rescatar en el mar a los migrantes que se acercan y los lleven a otros lugares más preparados “donde puedan atenderlos como merecen”. “Esta situación es mala para ellos y mala para los habitantes de Lampedusa. Decimos basta a este sistema”, apunta el vicealcalde.
No hay cifras oficiales, pero entre los nuevos desembarcos del viernes y el sábado y los que llegaron hace días, aún quedan en la isla cerca de 2.000 migrantes. Muchos deambulan por las calles del centro en busca de agua y comida. Dike Vitalis, que procede de Nigeria, relata que la situación en el centro de acogida es “muy difícil” y explica: “Los niños lloran porque no tienen comida, hay bebés y mujeres embarazadas, no podemos comer, tampoco beber, solo nos dan una botella de agua pequeña al día, no podemos asearnos, llevamos días con la misma ropa y algunos no tienen ni zapatos”. Un grupo de ciudadanos se acerca para ofrecerles unos dulces “hechos en casa por la mañana”.
Attilio Lucia denuncia que esta situación “se podía haber previsto y haber resuelto” hace mucho tiempo. El vicealcalde celebra la visita de la presidenta de la Comisión Europea. “Así se dará cuenta de cómo vivimos los habitantes de esta isla, lo verá con sus propios ojos. Nadie se ha dado cuenta, piensan que lo tienen controlado, pero no se dan cuenta de que se les ha ido de las manos”, dice.
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